Adrian Yanez

 Mi Blog Literario

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Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío, fue un poeta nicaragüense que inició el movimiento literario en español conocido como modernismo que floreció a fines del siglo XIX. Darío tuvo una gran y duradera influencia en la literatura y el periodismo en español del siglo XX.

Nacimiento: 18 de enero de 1867, Ciudad Darío, Nicaragua
Fallecimiento: 6 de febrero de 1916, León, Nicaragua
Cónyuge: Rosario Emelina Murillo (m. 1893–1916), Rafaela Contreras (m. 1890–1893)
Padres: Rosa Sarmiento, Manuel García
Hijos: Carmen Darío Sánchez, Rubén Darío Sánchez, Rubén Darío Contreras



Poemas

A Juan Ramón Jiménez

¿Tienes, joven amigo, ceñida la coraza
para empezar, valiente, la divina pelea?
¿Has visto si resiste el metal de tu idea
la furia del mandoble y el peso de la maza?

¿Te sientes con la sangre de la celeste raza
qué vida con los números pitagóricos crea?
¿Y, cómo el fuerte Herakles al león de Nemea,
a los sangrientos tigres del mal darías caza?

¿Te enternece el azul de una noche tranquila?
¿Escuchas pensativo el sonar de la esquila
cuando el Angelus dice el alma de la tarde?

¿Tu corazón las voces ocultas interpreta?
Sigue, entonces, tu rumbo de amor. Eres poeta.
La belleza te cubra de luz y Dios te guarde.

De otoño

Yo sé que hay quienes dicen: ¿por qué no canta ahora
con aquella locura armoniosa de antaño?
Ésos no ven la obra profunda de la hora,
la labor del minuto y el prodigio del año.

Yo, pobre árbol, produje, al amor de la brisa,
cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
¡dejad al huracán mover mi corazón!

El país del sol

Junto al negro palacio del rey de la isla de Hierro (¡Oh, cruel, horrible, destierro!) ¿Cómo es que
tú, hermana armoniosa, haces cantar al cielo gris, tu pajarera de ruiseñores, tu formidable caja musical?
¿No te entristece recordar la primavera en que oíste a un pájaro divino y tornasol

en el país del sol?

En el jardín del rey de la isla de Oro (¡oh, mi ensueño que adoro!) fuera mejor que tú, armoniosa
hermana, amaestrases tus aladas flautas, tus sonoras arpas; tú que naciste donde más lindos nacen el clavel de sangre y la rosa de arrebol,

en el país del sol

O en el alcázar de la reina de la isla de Plata (Schubert, solloza la Serenata…) pudieras también, hermana
armoniosa, hacer que las místicas aves de tu alma alabasen, dulce, dulcemente, el claro de luna, los vírgenes lirios, la monja paloma y el cisne marqués. La mejor plata se funde en un ardiente crisol,

en el país del sol

Vuelve, pues a tu barca, que tiene lista la vela (resuena, lira, Céfiro, vuela) y parte, armoniosa
hermana, a donde un príncipe bello, a la orilla del mar, pide liras, y versos y rosas, y acaricia sus rizos de
oro bajo un regio y azul parasol,

en el país del sol


Elogio de la seguidilla

Metro mágico y rico que al alma expresas
llameantes alegrías, penas arcanas,
desde en los suaves labios de las princesas
hasta en las bocas rojas de las gitanas.

Las almas armoniosas buscan tu encanto,
sonora rosa métrica que ardes y brillas,
y España ve en tu ritmo, siente en tu canto
sus hembras, sus claveles, sus manzanillas.

Vibras al aire alegre como una cinta,
el músico te adula, te ama el poeta;
Rueda en ti sus fogosos paisajes pinta
con la audaz policromía de su paleta.

En ti el hábil orfebre cincela el marco
en que la idea-perla su oriente acusa,
o en tu cordaje armónico formas el arco
con que lanza sus flechas la airada musa.

A tu voz en el baile crujen las faldas,
los piececitos hacen brotar las rosas
e hilan hebras de amores las Esmeraldas
en ruecas invisibles y misteriosas.

La andaluza hechicera, paloma arisca,
por ti irradia, se agita, vibra y se quiebra,
con el lánguido gesto de la odalisca
o las fascinaciones de la culebra.

Pequeña ánfora lírica de vino llena
compuesto por la dulce musa Alegría
con uvas andaluzas, sal macarena,
flor y canela frescas de Andalucía.

Subes, creces, y vistes de pompas fieras;
retumbas en el ruido de las metrallas,
ondulas con el ala de las banderas,
suenas con los clarines de las batallas.

Tienes toda la lira: tienes las manos
que acompasan las danzas y las canciones;
tus órganos, tus prosas, tus cantos llanos
y tus llantos que parten los corazones.

Ramillete de dulces trinos verbales,
jabalina de Diana la Cazadora,
ritmo que tiene el filo de cien puñales,
que muerde y acaricia, mata y enflora.

Las Tirsis campesinas de ti están llenas,
y aman, radiosa abeja, tus bordoneos;
así riegas tus chispas las nochebuenas
como adornas la lira de los Orfeos.

Que bajo el sol dorado de Manzanilla
que esta azulada concha del cielo baña,
polítona y triunfante, la seguidilla
es la flor del sonoro Pindo de España.

España

Dejad que siga y bogue la galera
bajo la tempestad, sobre las olas:
va con rumbo a una Atlántida española,
en donde el porvenir calla y espera.

No se apague el rencor ni el odio muera
ante el pendón que el bárbaro enarbola:
si un día la justicia estuvo sola,
lo sentirá la humanidad entera.

Y bogue entre las olas espumeantes,
y bogue la galera que ya ha visto
cómo son las tormentas de inconstantes.

Que la raza está en pie y el brazo listo,
que va en el barco el capitán Cervantes,
y arriba flota el pabellón de Cristo.







José Santos Chocano Gastañodi fue un destacado poeta peruano, conocido como «El Cantor de América» por antonomasia y nombrado por Manuel González Prada como el «Poeta Nacional del Perú». Su vida fue rocambolesca y estuvo ligada a la de los dictadores y los caudillos latinoamericanos de su tiempo. 

Nacimiento: 14 de mayo de 1875, Lima, Perú
Fallecimiento: 13 de diciembre de 1934, Santiago de Chile, Chile
Padres: José Félix Chocano de Zela, María Aurora Gastañodi de la Vega
Lugar de sepelio: Museo Cementerio Presbítero Maestro, Lima, Perú
Educación: Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Poemas

BLASÓN
Soy el cantor de América
autóctono y salvaje:
mi lira tiene un alma, mi canto
un ideal.
Mi verso no se mece colgado de un ramaje
con vaivén pausado de hamaca tropical…

Cuando me siento inca, le rindo vasallaje
al Sol, que me da el cetro de su poder real;
cuando me siento hispano y evoco el coloniaje
parecen mis estrofas trompetas de cristal.

Mi fantasía viene de un abolengo moro:
los Andes son de plata, pero el león, de oro,
y las dos castas fundo con épico fragor.

La sangre es española e incaico es el latido;
y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sido
un blanco aventurero o un indio emperador.


PLAYERA
Filósofo es el mar: se alza y se llena;
y después de estallar en broncos ruidos,
corta su voz, apaga sus latidos,
y se dilata en la extensión serena.

Sabe que hay una ley que lo refrena;
y, sus sueños al ver desvanecidos,
se queja con furiosos alaridos
y como un gladiador rueda en la arena.

Almas que el ansia de luchar obstina:
venid conmigo a la arenosa raya,
y veréis cómo el mar también se inclina;

que el rendirse ¡ay! cuando el vigor se abruma,
es solamente respetar la playa,
y dejar de ser ola, y ser espuma!

¡QUIÉN SABE!
Indio que asomas a la puerta
de esa tu rústica mansión,
¿para mi sed no tienes agua?,
¿para mi frío, cobertor?,
¿parco maíz para mi hambre?,
¿para mi sueño, mal rincón?
¿breve quietud para mi andanza?...
—¡Quién sabe, señor!

Indio que labras con fatiga
tierras que de otro dueño son:
¿ignoras tú que deben tuyas
ser, por tu sangre y tu sudor?
¿Ignoras tú que audaz codicia,
siglos atrás, te las quitó?
¿Ignoras tú que eres el amo?
—¡Quién sabe, señor!

Indio de frente taciturna
y de pupilas sin fulgor,
¿qué pensamiento es el que escondes
en tu enigmática expresión?
¿Qué es lo que buscas en tu vida?,
¿qué es lo que imploras a tu Dios?,
¿qué es lo que sueña tu silencio?
—¡Quién sabe, señor!

¡Oh raza antigua y misteriosa
de impenetrable corazón,
y que sin gozar ves la alegría
y sin sufrir ves el dolor;
eres augusta como el Ande,
¡el Grande Océano y el Sol!
Ese tu gesto, que parece
como de vil resignación,
es de una sabia indiferencia
y de un orgullo sin rencor...

Corre en mis venas sangre tuya,
y, por tal sangre, si mi Dios
me interrogase qué prefiero,
—cruz o laurel, espina o flor,
beso que apague mis suspiros
o hiel que colme mi canción—
responderíale dudando:
—¡Quién sabe, Señor!


LA MAGNOLIA
En el bosque, de aromas y de músicas lleno,
la magnolia florece delicada y ligera,
cual vellón que en las zarpas enredado estuviera,
o cual copo de espuma sobre lago sereno.

Es un ánfora digna de un artífice heleno,
un marmóreo prodigio de la Clásica Era:
y destaca su fina redondez a manera
de una dama que luce descotado su seno.

No se sabe si es perla, ni se sabe si es llanto.
Hay entre ella y la luna cierta historia de encanto,
en la que una paloma pierde acaso la vida:

porque es pura y es blanca y es graciosa y es leve,
como un rayo de luna que se cuaja en la nieve,
o como una paloma que se queda dormida.


CARNAVAL
Siempre galante, impávido y risueño,
viejo raro que nunca envejecer,
solicita al amor que le enloquece
y que le incita dislocado empeño...

Carnaval luce con alegre ceño,
apurando la dicha que apetece,
algo así como un sol que se estremece
en los ojos azules del ensueño...

El que es en la ciudad un estirado
bailarín rompe aquí las reglas tiranas
danzante libre el verde prado...

Ríndese y duerme al fin; y al fin sin ganas,
despierta un don Juan desencajado,
de hondas ojeras y de verdes canas...



Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila Godoy Alcayaga, ​ ​ fue una poetisa, diplomática, profesora y pedagoga chilena. Por su trabajo poético, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1945. Fue la primera mujer iberoamericana​ y la segunda persona latinoamericana​ en recibir un Premio Nobel. 

Nacimiento: 7 de abril de 1889, Vicuña, Chile
Fallecimiento: 10 de enero de 1957, Hempstead, Nueva York, Estados Unidos
Lugar de sepelio: Tumba de Gabriela Mistral
Premios: Premio Nobel de Literatura, Premio Nacional de Literatura de Chile
Sobrino: Yin Yin
Padres: Juan Jerónimo Godoy Villanueva, Petronila Alcayaga

Poemas

Riqueza

Tengo la dicha fiel
y la dicha perdida:
la una como rosa,
la otra como espina.
De lo que me robaron
no fui desposeída:
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida,
y estoy rica de púrpura
y de melancolía.
¡Ay, qué amante es la rosa
y qué amada la espina!
Como el doble contorno
de dos frutas mellizas,
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida….


El amor que calla

Si yo te odiara, mi odio te daría
en las palabras, rotundo y seguro;
¡pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres tan oscuro!

Tú lo quisieras vuelto un alarido,
y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.

Estoy lo mismo que estanque colmado
y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que entrar en la muerte!


Amor, amor

Anda libre en el surco, bate el ala en el viento,
late vivo en el sol y se prende al pinar.
No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:
¡lo tendrás que escuchar!

Habla lengua de bronce y habla lengua de ave,
ruegos tímidos, imperativos de amar.
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:
¡lo tendrás que hospedar!

Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.
Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar.
No te vale decirle que albergarlo rehúsas:
¡lo tendrás que hospedar!

Tiene argucias sutiles en la réplica fina,
argumentos de sabio, pero en voz de mujer.
Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:
¡le tendrás que creer!

Te echa venda de lino; tú la venda toleras;
te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.
Echa a andar, tú le sigues hechizada, aunque vieras
¡que eso para en morir!


Besos

Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero…? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos… vibró un beso,
y qué viste después…? Sangre en mis labios.

Yo te enseñe a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.


Apegado a mí


Velloncito de mi carne

que en mis entrañas tejí,

velloncito tembloroso,

¡duérmete apegado a mí!


La perdiz duerme en el trigo

escuchándola latir.

No te turbes por aliento,

¡duérmete apegado a mí!


Yo que todo lo he perdido

ahora tiemblo hasta al dormir.

No resbales de mi pecho,

¡duérmete apegado a mí!



Amado Ruiz de Nervo y Ordaz​, ​ más conocido como Amado Nervo, fue un poeta y escritor mexicano, perteneciente al movimiento modernista. Fue miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua, pero no pudo serlo de número por residir en el extranjero.​ Wikipedia

Nacimiento: 27 de agosto de 1870, Tepic, México

Fallecimiento: 24 de mayo de 1919, Montevideo, Uruguay

Padres: Amado Nervo y Maldonado, Juana Ordaz y Núñez

Cónyuge: Ana Cecilia Luisa Dailliez (m. 1901–1912)

Género: Poesía

Miembro de: Academia Mexicana de la Lengua


Poemas


A Leonor

Tu cabellera es negra como el ala

del misterio; tan negra como un lóbrego

jamás, como un adiós, como un «¡quién sabe!»

Pero hay algo más negro aún: ¡tus ojos!


Tus ojos son dos magos pensativos,

dos esfinges que duermen en la sombra,

dos enigmas muy bellos… Pero hay algo,

pero hay algo más bello aún: tu boca.


Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente

para el amor, para la cálida

comunión del amor, tu boca joven;

pero hay algo mejor aún: ¡tu alma!


Tu alma recogida, silenciosa,

de piedades tan hondas como el piélago,

de ternuras tan hondas…

Pero hay algo,

pero hay algo más hondo aún: ¡tu ensueño!


A una francesa

El mal, que en sus recursos es proficuo,

jamás en vil parodia tuvo empachos:

Mefistófeles es un cristo oblicuo

que lleva retorcidos los mostachos.


Y tú, que eres unciosa como un ruego

y sin mácula y simple como un nardo,

tienes trágica crin dorada a fuego

y amarillas pupilas de leopardo.


El primer beso

Yo ya me despedía…. y palpitante

cerca mi labio de tus labios rojos,

«Hasta mañana», susurraste;

yo te miré a los ojos un instante

y tú cerraste sin pensar los ojos

y te di el primer beso: alcé la frente

iluminado por mi dicha cierta.


Salí a la calle alborozadamente

mientras tu te asomabas a la puerta

mirándome encendida y sonriente.

Volví la cara en dulce arrobamiento,

y sin dejarte de mirar siquiera,

salté a un tranvía en raudo movimiento;

y me quedé mirándote un momento

y sonriendo con el alma entera,

y aún más te sonreí… Y en el tranvía

a un ansioso, sarcástico y curioso,

que nos miró a los dos con ironía,

le dije poniéndome dichoso:

-«Perdóneme, Señor esta alegría.»


Cobardía

Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!

¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!

¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza

de porte! ¡Qué formas bajo el fino tul…!

Pasó con su madre. Volvió la cabeza:

¡me clavó muy hondo su mirar azul!


Quedé como en éxtasis…

Con febril premura,

«¡Síguela!», gritaron cuerpo y alma al par.

…Pero tuve miedo de amar con locura,

de abrir mis heridas, que suelen sangrar,

¡y no obstante toda mi sed de ternura,

cerrando los ojos, la deje pasar!


El amor nuevo

Todo amor nuevo que aparece

nos ilumina la existencia,

nos la perfuma y enflorece.


En la más densa oscuridad

toda mujer es refulgencia

y todo amor es claridad.

Para curar la pertinaz

pena, en las almas escondida,

un nuevo amor es eficaz;

porque se posa en nuestro mal

sin lastimar nunca la herida,

como un destello en un cristal.


Como un ensueño en una cuna,

como se posa en la rüina

la piedad del rayo de la luna.

como un encanto en un hastío,

como en la punta de una espina

una gotita de rocío…


¿Que también sabe hacer sufrir?

¿Que también sabe hacer llorar?

¿Que también sabe hacer morir?


-Es que tú no supiste amar…


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